Cuál sería la sorpresa de Pedro al escuchar de Jesús que debemos de perdonar hasta setenta veces siete, es decir: SIEMPRE.
Perdonar es abandonar la historia que nos construimos, para así poder experimentar la verdad que nos hace libres. Solo entonces podremos desencadenarnos del pasado y ser liberados para seguir un viaje fructífero en nuestro camino espiritual. No sólo eso; el perdón mantiene unidad en los momentos buenos y malos y nos permite crecer en el amor mutuo. Siempre existe la tentación de aferrarnos al rencor entre esposos y esposas, hijos e hijas y así sentirnos definidos como los ofendidos y heridos por ellos. El perdón, por lo tanto, libera, no sólo al otro, sino también a nosotros mismos. Es el camino a la libertad de los hijos de Dios. El don del perdón es creador de comunidad, la cual vive y extiende este don.
El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos. Proverbios 17:9 NVI
Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:32 NVI
De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Colosenses 3:13 NVI
Cuando olvidamos las ofensas de los demás, encontramos la libertad verdadera.
Es mucho lo que está en juego cuando se trata de perdón. O bien nos aferramos a nuestro “derecho” a tomar venganza, o bien la dejamos a Dios. La primera opción lleva a una prisión miserable creada por nosotros mismos. Pero la segunda resulta en libertad gloriosa, en gozo restaurado y en descanso y paz en Dios. ¿Cuál elegirá usted?
¡Hoy es la perfecta oportunidad para ser libre desde el ámbito del perdón!
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